Sin previo aviso, la furia de los elementos reapareció de nuevo. Al sonido de un segundo trueno, las olas se levantaron. El aguanieve que llevaba en su seno el viento atronador dibujó una ola gigantesca que destrozó el lado del babor del navío. La fuerza del agua arrancó a Neb y a Dinamarca, su fiel perro, de la cubierta, para hundirlos directamente en el océano Atlántico. El Holandés Errante se desvaneció entre las tinieblas desgarradas por la tempestad, dejando atrás a un perro agarrado a un palo, con un chico inconsciente tendido sobre éste, naufragando en las profundidades del océano.