Tundra, territorio fangoso (es decir, ambiguo: tierra y agua es su sustancia), es ante todo un lugar de encuentro entre la existencia y la palabra, o un espacio acotado entre cielo e infierno, es decir, un purgatorio verbal. Lo que su purga allí es una pena que ningún Dios ha impuesto, pero que el hombre ha recogido en el muladar de la creación: Esther Ramón, en este, su primer libro, hace llegar hasta nosotros ecos de un espacio que el verbo ha ganado al vacío sin vencerlo, sólo expresándolo desde el límite: tierra baldía que es también paraíso donde nos espera la voz de la serpiente, es decir, del lenguaje...