La experiencia mística, la experiencia de aquello que se ha dado en llamar «el Misterio» o «Dios» en la mayoría de las confesiones religiosas, ha estado siempre presente en la historia de la humanidad, aunque sólo algunos de los que la han vivido ?Teresa de Jesús, Juan de la Cruz? hayan sido capaces de comunicarla con originalidad y transparencia.
La sed de trascendencia del hombre, muy presente en la segunda mitad del siglo XX, se manifiesta con mayor fuerza aún en estos comienzos del siglo XXI. El mundo occidental se ha abierto de manera significativa e interpelante a las experiencias místicas del Oriente, y ha redescubierto con sentido nuevo su propio patrimonio místico. Lejos de conformarse como homo oeconomicus, o de estancarse en un estado de bienestar económico y social, se persigue la idea del hombre integral, con toda su riqueza interior bien potenciada y proyectada, de tal manera que el bienestar que todos buscamos nos ofrezca un porvenir más en concordancia con el hombre total, y acorde con la naturaleza trascendente del ser humano.