El Estado social, cuya característica fundamenta es la combinación de un sistema político democrático y de una forma capitalista de producción económica con una fuerte intervención estatal en la sociedad para garantizar a los ciudadanos un nivel de vida digno, responde a las demandas de igualdad social de las sociedades de masas contemporáneas. Las tensiones, sin embargo, entre libertad e igualdad, entre libertad y seguridad social, entre responsabilidad del individuo y protección por el Estado son inevitables. En esas tensiones estriba precisamente la ambivalencia del Estado social, que por otra parte ahonda la libertad real del individuo - reduciendo la miseria y la inseguridad -, pero por otra lo disciplina y controla, sometiéndolo a la influencia de poderosas burocracias.