Esta obra, simultáneamente humilde y ambiciosa, profundamente revolucionaria y conciliadora con la tradición, está sustentada en la firme convicción de que es posible hacer de la escuela una institución que forma usuarios de la cultura escrita, y en convencimiento de que no se podrá lograrlo a partir de la traducción más o menos mecánica de los descubrimientos en el campo de la lingüística o la psicología.