En «Un tono de filosofía», Cavell narra su biografía intelectual como una viaje de búsqueda del tono filosófico propio, en el que conectar con las voces filosóficas que le garantizan su propio lenguaje y el mundo. En discusión con ellas, analiza la relación de la filosofía con la biografía, la crítica derridiana de Austin y considera la voz en la ópera como imagen del desdoblamiento del sujeto entre un mundo de hechos y un mundo moral.