Durante un viaje a Chartres tras la pista de una novela inédita de Marcel Schwob, el narrador descubre, gracias al sobrino nieto del editor de Jules Verne, la otra catedral de esta ciudad: una construcción que el fundidor y guardián de cementerios Raymond Isidore levantó en honor de Nuestra Señora, por haberle hecho recobrar la vista. Picassiette (de Picasso y assiette, plato), que es como sus conciudadanos llamaban a este personaje, recogía incansablemente en los vertederos trozos de platos, vasos y tazas de colores para recubrir su insólita casa situada en una parcela de las afueras. Allí, en un barrio tranquilo, la Maison Picassiette sigue hoy sorprendiendo a quienes la visitan. Franzosini, con un procedimiento no muy diferente del de Isidore, rebuscando en la prensa y la literatura de distintas épocas, trenza el relato de la vida de este constructor ascético y visionario en un libro sorprendente en el que se funden biografía, novela de aventuras y ensayo filosófico.