Llamados así en honor de Charles Darwin, el padre de la evolución, los Premios Darwin premian a aquellos que mejoran nuestro patrimonio genético eliminándose a sí mismos de este patrimonio, demostrando así lo poco común que puede llegar a ser el sentido común.
Lea el caso del terrorista distraído que abre una carta bomba que le ha sido devuelta por franqueo insuficiente. Maravíllese del ladrón que roba cables eléctricos sin cortar antes la corriente. Quédese de una pieza ante el aspirante a piloto que sobrevuela nuestros embotellamientos de tráfico en una tumbona sostenida por globos de helio.
Y aprenda del hombre que mira el interior de un bote de gasolina iluminándose con un mechero encendido.