El Nietzsche de los apuntes póstumos,
escritos a lo largo de veinte años, se
describe a sí mismo como alguien que de
día y de noche, un año tras otro, sentado
junto a su alma sostiene con ella un diálogo
íntimo y una discusión incansable. Oso
cavernario o buscador de tesoros, deja
pasar por su mente y su corazón toda clase
de pensamientos inusitados, dudas
prohibidas y sospechas que no
comunicaría ni a espíritus afines o
compañeros inquietos y valientes. Sus
ideas tienen así una peculiar tonalidad
crepuscular, un olor a profundidad y a estío
que avivan, con su fuerte soplo, las brasas
de toda inteligencia despierta. Filosofía
«entre comillas», escrita con garra de león,
línea a línea construida desde la voluntad
de vivir y que, en cuanto creación de esta
voluntad, se ofrece como un regalo al
desarrollo pleno de la vida misma.