El sugestivo análisis de la mentira que realiza la autora conduce a una conclusión que puede parecer paradójica, pero que no es, por ello, menos relevante. Solo contamos con una regla: toda palabra, toda acción nos compromete con ella. Somos responsables de lo que nos excede, la responsabilidad empieza allí donde se abren posibilidades no predeterminadas: la verdad y la mentira se muestran como formas de pujar con sus posibilidades. La mentira o la verdad son adecuadas moralmente no en virtud de una regla ni de un acuerdo, sino solamente en virtud de la visión moral del contexto en el que se producen.