Si quieres descubrir la belleza de Dios, atraviesa con la mirada contemplativa de los ojos iluminados del corazón el aspecto más exterior y superficial de este icono de la Santa Trinidad, hasta sumergirte en la profundidad de su misterio. En el silencio amoroso, una luz especial te llenará de equilibrio, armonía, comunión y paz. No se dará en ti un ensimismamiento, sino un vuelco del corazón hasta tu entrega por amor al que te ha creado y te ha infundido el soplo de vida.
?Tarde te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva. Tarde te amé, tú estabas dentro de mí, pero yo te buscaba fuera? (San Agustín). No es tarde para encontrar dentro de ti la belleza de Dios y su armonía, pues no hay nada que sea bello que no tenga armonía dentro. Y fuera de ti mira la creación en perfecta armonía y fraternidad, como la vio San Francisco de Asís. La belleza de la creación te hablará de la belleza de Dios.