El jinete nocturno es una odisea del caminante solitario que medita, lejos del bullicio y de la confusión de las multitudes, sobre el transcurso de la comitiva humana hacia la noche inexorable: sobre el enigma del hombre y de su desatinado caminar en la oscuridad persiguiendo una dicha esquiva, sobre su pugna contra el azar inexplicable o su incertidumbre ante los signos misteriosos de la naturaleza y el más allá. Una metáfora, en suma, acerca del hombre y de su desamparado transcurrir desde una sombra a otra sombra, desde el enigma del origen hasta el secreto de ultratumba.
Aguilar Marina escruta atentamente las ambiciones, los sueños, las actitudes materiales y espirituales del ser humano atrapado en la vacía aventura de la vida. De esta realidad contingente, de la insatisfacción producida por el entorno social inmediato, nacen unos poemas doloridos por la imposibilidad de frenar en su caída un mundo superficial, cuyo poso melancólico obliga al lector atento a reflexionar acerca de las grandes preguntas. Y nacen con un acento crítico, moral, casi místico, que intenta contrastar la realidad social e individual con un código ético.
A esa búsqueda del hombre, dimensión última de todas las cosas, a ese fin último consistente en indagar la condición humana, Aguilar Marina ha contrapuesto la hermosura de la naturaleza, la armonía universal. Una belleza patrimonio de todas las almas sensibles, y una luz crepuscular concebida desde la perspectiva del tránsito, del declive, tendencia natural que se apoya en la máxima lírica de que todo crece hacia la sombra.
Esta penumbrosa cosmovisión moral sobre el misterio del ser y el misterio de la existencia, este modelo de disidencia social, se sustenta sobre una gran unidad temática y formal y un importante dominio del ritmo. Versos maduros y desencantados que nos muestran una percepción pesimista de la vida.