Para comprender la peculiaridad del sistema social del antiguo Egipto debemos remitirnos al concepto de fondo en el que se basa: el de un equilibrio primordial y global, predeterminado desde el principio de los tiempos en un «programa» providencial que concernía a todo el mundo entonces conocido. Dentro de ese orden cósmico programado se inscribía el ambiente geofísico de Egipto ?la tierra, el Nilo, la vegetación, los animales y el hombre, es decir, la cima de la creación?, pero también la organización de las ciudades y las aldeas, e incluso las estructuras sociales, con las diversas funciones diferenciadas por roles y jerarquías, desde el monarca hasta el súbdito más insignificante, aunque todas ellas igualmente necesarias.
La impresión de inmovilidad que el mundo de la antigüedad egipcia haya podido sugerir deriva esencialmente del carácter perdurable de la monarquía faraónica y de las convenciones del lenguaje artístico. Pero la sociedad que las expresó no es inmóvil, y para comprobarlo basta con observar las actitudes y los valores elaborados en el curso de los siglos por aquel mundo, en absoluto «primitivo», a pesar de haberse formado en tiempos tan remotos. En este sentido, respecto de otras sociedades antiguas, tanto del Oriente Próximo como de Occidente, Egipto es, sin duda, el país que ofrece las mayores posibilidades de reconstrucción respecto a casi todos los aspectos de su vida social. Y eso es precisamente lo que intenta hacer este libro.