Otra vez es Babel, el nombre confuso e incomprensible e Babel, el que mejor nombra, también confusa incomprensiblemente, nuestra condición.El nombre de Babel atraviesa la tematización contemporánea del lenguaje. Atraviesa también algunos temas políticos y culturales como los desplazamientos masivos de poblaciones, violencia racial, los enfrentamientos en el interior de las ciudades, el carácter plural, mestizo y a la vez crecientemente segmentado de las comunidades, la progresiva destrucción y burocratización de los espacios de convivencia, la proliferación de los intercambios y las comunicaciones, la afirmación de las diferencias en un mundo cada vez más localizado. Y quizá no sería exagerado decir que Babel expresa también la ruina de los arrogantes, proyectos modernos e ilustrados con los que el hombre occidental ha querido construir un mundo ordenado a su imagen y semejanza, a la medida de su saber, de su poder y de su voluntad, por medio de su expansión racionalizadora, civilizadora y racionalizadora.En torno a Babel se juegan las cuestiones de la unidad y de la pluralidad, de la dispersión y de la mezcla, de la ruina y de la destrucción, de las fronteras y de la ausencia de fronteras y de los pasos de fronteras, de la territorialización y de la desterritorialización, de lo nómada y de lo sedentario, del exilio y del desarraigo. Y si Babel es el nombre de algunos de nuestros temas, es también, y sobre todo, el nombre de muchas de nuestras inquietudes.Bajo el signo de Babel se reúnen aquí, babélicamente, trabajos de carácter histórico, sociológico, antropológico, político, filosófico y pedagógico en los que está en juego algo de lo que somos.