Utilizando en ocasiones la metáfora de un tsunami, símbolo de una potencial destrucción, la autora incide en la necesidad de sobreponerse a la perplejidad y el horror para reconocer esa especie de "paisaje después de la devastación".
"Sólo los poetas saben -como afirma Joan Perucho en el prólogo del libro- lo que hay detrás del espejo y sus profundidades: el misterio del mundo, su origen, su excepcionalidad devorada".