Con la fundación del monasterio de Valldigna, en marzo de 1298, el Císter llega a los límites meridionales de Occidente. Tras la orden ha dejado los trazos de una formidable expansión, los signos más inequívocos de la cual son los territoriales. Una espesa red monacal cubre Europa de norte a sur. Las intervenciones de los monjes blancos son decisivas en todos los ámbitos de la civilización europea, del arte gótico a la difusión de la tecnología agraria, de la lucha contra la herejía albigesa a las reflexiones sobre la pobreza y una nueva espiritualidad. El libro, que recoge las ponencias del simposio internacional sobre Valldigna y el Císter, celebrado en Valencia en octubre de 1998, intenta avaluar las distintas aportaciones cistercencas, la influencia sobre una Europa que también crece y se expande, además de averiguar que hay de mito y que hay de realidad tanto en los orígenes como en el posterior desarrollo de la orden.