La dolorosa hipótesis que propone este libro consiste en que el patente fracaso de América Latina -el rincón más pobre e inestable de Occidente- en gran medida es consecuencia de su particular historia. Una historia que, desde sus inicios, fue percibida como ilegítima e injusta por la mayor parte de sus actores -españoles, criollos, índios y negros-, cada uno desde su particular repertorio de quejas y agravios, y todos con una parte de razón. Una historia que unió el machismo de los consquistadores al de los conquistados, perjudicando brutalmente y hasta hoy a las mujeres. Una historia en la que la sociedad que se fue forjando, hecha de estos retazos étnicos escasamente integrados, no consiguió segregar un Estado en el que los intereses y valores de la inmensa mayoría se vieran reflejados.