Antonio Espina (1894-1972) se mostró, tanto en su faceta de escritor como de periodista, como una voz disonante al defender el compromiso del escritor con su entorno social y con la política. Por su rechazo a los regímenes dictatoriales y al fascismo fue procesado y condenado en 1935, y su intervención directa en la vida política, tras las elecciones de 1936, le costó la cárcel, la salud y finalmente el exilio. Desde la publicación de sus primeros libros de poemas se le consideró una figura representativa de la llamada en la época nueva literatura, y su incursión en la prosa vanguardista le afianzó entre sus contemporáneos en un lugar destacado. Dos años separan la escritura de Pájaro Pinto y Luna de copas. En la primera, su intención es depurar la narración de elementos clásicos -trama encadenada, psicología verista de los personajes-, para dar entrada a otros procedentes del lenguaje del cine y la poesía, y lograr con ello una mayor libertad expresiva. Luna de copas es una de las más representativas novelas de la vanguardia española, en la que el autor ha envuelto los elementos del relato con un halo de ironía que aproxima al terreno de la parodia unas formas novelísticas cuya disolución parecía comenzar a percibirse.