La gloria de Montesquieu quedó apresada demasiado pronto en el mármol de los bustos y el metal de las medallas: sustancias pulidas, duras, incorruptibles. Con estas palabras inicia Jean Starobinski su libro acera de Charles-Louis de Secondat (1689-1755), a fin de retribuir al pensamiento de Montesquieu su vitalidad original.