Los seres humanos nos "construimos" en el seno de la cultura y gracias a ella. La forma y los contenidos de nuestra subjetividad reflejan las condiciones culturales con las que nos hacemos sujetos singulares. Este principio, hoy asimilado universalmente, tiene implicaciones decisivas para la educación que se sustenta en un proyecto de individuo, de sociedad y de cultura deseables.
Dos amarres nos conectan al mundo. Por un lado, la compleja red de relaciones, interdependencias y sentimientos que nos unen o separan de los demás. Por otro, la cultura que aporta la sustancia que nos alimenta, a través de la que nos expresamos, por la que damos sentido al mundo y comprendemos a los otros y a nosotros mismos. La educación interviene en ambas formas de anclarnos, defendiendo determinadas opciones y orientaciones teleológicas. En vez de quedar presa de la cultura, debe orientar su desarrollo.
En una sociedad caracterizada por la amplitud y profundidad de los procesos de globalización, nuestro mundo interior es mestizo, porque la cultura que nos rodea es fruto de un amplio proceso de hibridación. Esta condición "impura" del ser humano y de la cultura puede ser el punto de partida para confeccionar un renovado "texto cultural" para el currículum y una orientación adecuada para la práctica educativa y para el profesorado. En esta obra se pasa revista a esa condición "impura" de la cultura y de la subjetividad (de la identidad, por tanto). La cultura y la ciudadanía son en este libro las referencias de un discurso necesario, no demasiado frecuentado por la investigación educativa, para dar sentido al progreso de una sociedad que se encuentra sorprendida ante cambios de referencias para pensarse a sí misma y dotarse democráticamente de una orientación.