«Yo sabía -dice en algún momento el personaje narrador de Manual para extranjeros-, que todo aquello era una completa injusticia, pero no me inquietaba demasiado. Al fin y al cabo, la justicia no es un requisito indispensable para que el planeta siga funcionando. Más bien al contrario, hay serias dudas acerca de la viabilidad física y filosófica de un mundo completamente justo».
En ese mundo verosímil y viable (un mundo que comparten los lectores) viven los personajes de este libro, personajes atareados en labores de mera supervivencia y emplazados en un momento de la historia tan azaroso como el nuestro. Los relatos de Manual para extranjeros destacan por su humor amargo y por la sonrisa que pueden suscitar a lo largo de la lectura, una sonrisa paradójica y humana, porque no está reñida con la tristeza.