La caballería es ante todo un símbolo, el de ciertos héroes de la nobleza, de armaduras deslumbrantes, que desplegaban al viento banderas de brillantes colores para lanzarse, empuñando la espada o la lanza, en socorro del débil, de la viuda o del huérfano. Pero la realidad es más compleja y la evolución del personaje del caballero mucho más problemática. Por otra parte, la misma palabra «caballero» es ambigua y más aún lo es la noción de «caballería». Su acepción latina, la militia, designa la fuerza armada al servicio del Estado. Esta función pública, en la Edad Media, se privatizó, y sus caracteres aristocráticos y militares adquirieron un mayor relieve. Su gran impulso procede de la consolidación de la caballería pesada entre los siglos IX y XI. Pero hay que esperar hasta el siglo XII para que la caballería se afiance, con la generalización de la carga a lanza tendida. Entonces se dota de un código deontológico, basado en el honor, que «humanizará», en cierto modo, las «leyes de la guerra». A la vez, la Iglesia trata de asignarle una misión y una ética de acuerdo con su causa. De este modo, en los siglos XI al XIII, se trazan las líneas esenciales de una caballería que va convirtiéndose poco a poco en una cofradía de élite de la nobleza.
De todo esto y mucho más habla esta obra admirable, un estudio sobre el tema tan exhaustivo como apasionante, concebido como un libro de historia y escrito casi como una novela, que fascinará por igual tanto a quienes ya sientan interés por el tema como a los curiosos que se acerquen a él por primera vez.