Estamos en los territorios de la frontera entre México y EE UU a mitad del siglo XIX. Las autoridades mexicanas y del estado de Texas forman una expedición paramilitar para acabar con el mayor número de indios posible. Es el llamado Grupo Glanton, que tiene como líder espiritual al juez Holden, un ser violento y cruel: un hombre calvo como una bola de billar, albino, sin barba, sin pestañas ni cejas. Nunca duerme, le gusta bailar y tocar el violín. Viola y asesina niños de ambos sexos y afirma que nunca morirá.
En un momento determinado los carniceros de Glanton pasan de asesinar indios y arrancarles la cabellera a exterminar a los mexicanos que les pagaban. Empieza así la ley de la selva total: el terreno moral donde la figura del juez se convierte en una especie de dios.
Además del juez, el otro protagonista es el chaval. Al principio de la novela, a sus quince años, recibe un disparo por la espalda pero milagrosamente sobrevive. Participa en la expedición pero en un momento determinado se retira. Muchos años después se enfrentará al juez. A su destino.