La mujer occidental es el resultado histórico de diferentes culturas. Sus derechos sociales y jurídicos han fluctuado a lo largo de la historia hasta llegar al logro constitucional del siglo XX. Pero las estructuras sociales no se han modificado ni tampoco las propias estructuras psicosociales de la mujer. El resultado es que ha asumido el nuevo papel sin desprenderse del anterior y lleva sobre sí la doble carga de dos roles. Ahora es preciso tomar conciencia de la necesidad de desaprender lo aprendido y realizar un nuevo aprendizaje. Ya no se trata de luchar por unos derechos conseguidos, sino de poner en práctica una legislación que aún no ha penetrado los esquemas sociales. De lo contrario, se perderán otra vez los logros de tantos siglos de lucha. No hay más remedio que atreverse a afrontar el nuevo reto. De nada sirve quejarse y llorar por los rincones.