San Juan de la Cruz nos enseña en sus libros un camino hacia la experiencia mística que consiste esencialmente en el desarrollo de una atención amorosa.
Esta atención amorosa es la base de la Oración Meditativa, en la que se trata de desarrollar de forma totalmente individual la imagen de Dios que está contenida en cada persona.
Se trata de admitir lo divino, de darle espacio, de hacer que el hombre se vuelva un haber de Dios, a través de la práctica de La Oración Contemplativa.