Un lugar cualquiera a la hora de la siesta. Dos calles largas que se juntan en una esquina. Por una avanza un muchacho y por la otra una chavala. Tropiezan, chocan, se miran. Se conocen desde que eran chiquillos, pero nunca se dirigieron la palabra. Tampoco ahora. Y siguen adelante, cada uno por su camino. Todo lo que pase a continuación, durante muchos años vendrá marcado por ese misterioso encontronazo. ¿Qué sucedería si Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, en Casablanca, después de separarse junto al avión, tuvieran que seguir viéndose cada día en un mismo pueblo, aguantando cada verano por San Bartolo las mismas canciones que un día les hicieron felices, viendo crecer cada uno los hijos del otro?.