Lambert vive poseído por una única idea: la del crimen perfecto. Para este hombre culto de gustos refinados, el asesinato es un fin en sí mismo, una inagotable fuente de satisfacción personal y placer estético. Asistido en todo momento por Juan, su factótum sumiso y devoto, Lambert iniciará un juego diabólico que dejará, entre otras cosas, un rastro de crímenes sin resolver. Alcatraz, un locutor de radio de pasado turbulento, se convertirá en el intermediario entre los caprichos del asesino y los esfuerzos de la policía. Cada noche, en los primeros compases del programa, una tenebrosa voz anónima comunica a los oyentes las claves del siguiente asesinato. Santalla, un curtido policía de la vieja escuela acostumbrado a modos poco ortodoxos e íntimo amigo del ex reo Alcatraz, convierte el caso en la obsesión de su vida. Pero Lambert ha creado un denso laberinto, una espiral diabólica por donde sus víctimas se precipitan hacia un final invariablemente macabro.Desde sus primeras páginas La virtud del asesino inoculará en el lector el virus de la intriga y le hará sentirse como un personaje más de la novela, como un títere conducido a un final dictado por la inteligencia implacable de ese genio del crimen llamado Lambert.