Dentro de los diferentes síntomas que presentan los niños y niñas con dificultades escolares y los distintos aspectos de estás, nos encontramos con las que se refieren concretamente al aprendizaje de las materias instrumentales y que se han englobado dentro del término de DISLEXIA. Es un hecho hoy en día el gran número de niños y niñas que presentan alteraciones en el proceso de aprendizaje de la lectura, escritura o cálculo, hasta el punto de hacernos pensar en un aumento de alumnos-problema con relación a épocas anteriores. Aunque es cierto que poseemos en la actualidad mejores técnicas de diagnóstico de estos problemas y existe una mayor sensibilización socio-escolar para detectarlos, hay que tener presente la existencia de algunos factores que, posiblemente, estén favoreciendo ese aumento de casos. Unos programas de enseñanza poco adecuados a la realidad psicológica de los niños o unos métodos y procedimientos que no tienen en cuenta las distintas fases del desarrollo o las diferencias individuales con que éste se produce en cada niña o niño, tienden a favorecer la aparición de problemas de aprendizaje. Las características de la sociedad en que vivimos, especialmente la competitividad y fuerte incremento del ritmo de vida, que el niño vivencia a través de las actitudes de los adultos que le rodean, son sin lugar a dudas, si no causa directa, sí factor predisponente de estos trastornos de aprendizaje. El niño o la niña se encuentra con padres y educadores que adoptan posturas exigentes ante el rendimiento escolar, o hipertrofian el valor que éste tiene (notas y calificaciones). No se deja lugar para el error. Se olvida que éste es un escalón más en el proceso del aprendizaje, desde el que poder partir de nuevo hacia la meta de un ensayo más. ¿No es así como adquiere valor la experiencia que ayuda a crecer? Esta situación de exigencia crea en gran número de niños y niñas una reacción negativa y en lugar de superar las dificultades que naturalmente surgen ante el aprendizaje de unas técnicas nuevas, las aumentan y sobreviene el fracaso con todas sus secuelas psicológicas y sociales, alterando la vida y desarrollo del niño o de la niña. Al plantearnos cómo ayudar a estos escolares con dificultades disléxicas, hemos tenido presente los distintos campos en que se manifiestan específicamente: Alteraciones de la Percepción Visual y Auditiva. Problemas de Lenguaje en su Compresión y Expresión. Percepción y Orientación Espacio-Temporal. Conocimiento de su Esquema Corporal y Dominio Lateral. Coordinación Visomotriz. De esa forma se han seleccionado una serie de ejercicios correspondientes a cada una de esas áreas. Pero no podemos olvidar nunca la personalidad integral del niño o de la niña, o la ayuda que intentemos prestarle quedará incompleta, si no le damos el apoyo afectivo necesario para el desarrollo completo de su Yo personal. El uso de este material es realmente sencillo, ya que cada ficha se presenta con su correspondiente orden de trabajo. No obstante, se facilitan unas normas y la descripción y solución de algunos ejercicios que pudieran presentar alguna dificultad. Las fichas se han elaborado recopilando gran variedad de ejercicios, de tal manera que no solo actúen sobre cada área específica, sino que también produzcan una transferencia positiva en el resto. El orden de presentación de las fichas no implica que deba ser mantenido en su ejecución. El reeducador podrá intensificar los que sean más idóneos para la corrección de las dificultades diagnosticadas en cada caso, teniendo en cuenta que la mayoría de los niños y niñas afectados padecen trastornos en varias de las áreas señaladas. Esto es debido a la correspondencia que existe entre ellas y a estar estrechamente relacionadas con el aprendizaje escolar. Los ejercicios de cada área se presentan en orden creciente de dificultad. Se han intercalado algunos ejercicios más sencillos que sirven de repaso o afianzamiento. Es parte del tratamiento que el niño o la niña establezcan un buen contacto afectivo con el reeducador. Se sabe que, en muchos casos, la dislexia puede tener como origen problemas afectivos, sin olvidar los trastornos de comportamiento de los niños fracasados: pérdida de interés o, incluso, rechazo por lo escolar, pérdida de confianza en sí mismo, sentimiento de ser rechazado por los demás, etc. El adulto dispuesto a ayudar a un niño en sus dificultades de aprendizaje tendrá en cuenta que: Debe hacer sentir al niño o niña que se le acepta con sus problemas y se está dispuesto a ayudarle a resolverlos. Le ha de dar el apoyo necesario para que recupere el gusto por el trabajo escolar, aumente la seguridad en sí mismo y mejore su autovaloración. Le facilitará ocasiones de éxito proponiéndole ejercicios adecuados a su personalidad y nivel de dificultades específicas. Los ejercicios deben atender a los principios de simplicidad, graduación y repetición. Respecto a esto último conviene aclarar que la mera repetición mecánica carece de valor terapéutico. No se debe olvidar nunca dar cabida a la creatividad y originalidad espontánea de los niños, permitiéndole intervenir en los cambios y variaciones que sean precisos. Es básico en el trabajo de reeducación tener presente que educar no es "manipular al niño" para que siga la norma establecida.