Cuando la policía cubicular prohibe las plantas artificiales por miedo a que puedan atraer a los bichos de escasa inteligencia, Dilbert decide alzarse en rebeldía. Sin embargo, ya en su cubículo, agoniza sobre la decisión de colocar una patética planta artificial. ?Soy un rebelde? Soy malvado. ¡Mi desodorante no lo aguanta!?, grita entre sollozos. Dilbert no está hecho para vivir la vida de un fugitivo.