Los veinticinco alumnos comenzaron a recoger libros, chaquetas... No podían esperar a despedirse del profesor. Salieron del aula y subieron las escaleras que conducían a la planta baja. Los acogió el más absoluto silencio y se encontraron un vestíbulo desierto. Las dobles puertas cedieron al impulso colectivo y todos salieron en tropel al patio que daba a la calle. Pero, allí fuera no había nadie. Era como si el tiempo se hubiera detenido, como si la Tierra se hubiera congelado en su eje.