Los Diarios de juventud de Rainer Maria Rilke, escritos entre 1898 y 1900, comprenden tres partes: el Diario florentino y los de Schmargendorf y Worpswede. A la espera de la edición de las anotaciones de los últimos años, esta obra constituye el gran inédito de la obra rilkeana para el lector español. En el Diario florentino, Rilke despliega sus dotes para la descripción y la reflexión estética. Desde las primeras líneas resulta asombrosa la capacidad del poeta de veintitrés años para mirar de un modo tan personal y matizar con tanta sutileza el arte de la oración y la espera de la madurez. El descubrimiento de Worpswede, un lugar de landas, brezales y pantanos cerca de Bremen, donde se había instalado una colonia de pintores y artistas, es un elemento decisivo en la maduración del artista reflejado en la redacción de los posteriores diarios de Schmargendorf y Worpswede.
Como si fueran dos madonnas descendidas de cuadros florentinos, allá conoce a dos artistas, Paula Becker, la pintora rubia, y Clara Westhoff, la escultora morena. Con ésta se casará y ella será quien le conduzca a París y a Rodin, dando a su vida y obra un giro decisivos. En estos diarios se asiste al aprendizaje de Rilke del arte de escrutar las cosas y los seres, en textos no menos logrados y ricos en magnitudes que los de su época madura.