«Este volumen recoge dos años de tareas dominicales que prueban mi nula disposición a santificar las fiestas... Al releer estos ciento cuatro artículos seguidos, me parece que he opinado demasiado». Estas palabras sirven de introducción a un Javier Marías insólito, cotidiano, atento a lo que ocurre a su alrededor y que atraviesa todos los estados de ánimo imaginables: lo vemos evocativo e indignado, a menudo divertido y bromista pero también atribulado por la saña española que aún tiñe nuestro tiempo; melancólico, risueño, grave, irónico, compasivo o desengañado, siempre logra contagiarnos y no nos deja indiferentes con su Mano de sombra. Javier Marías es novelista hasta cuando opina, y cree que para decir tan solo lo que ya piensa la época por nosotros, lo consabido, más vale callarse. Así, sus artículos no exponen nunca lo previsible porque, a diferencia de tantos otros escritores, él piensa como si contara, y permite que asistamos al discurrir de ese pensamiento con tanta intriga y zozobra como se asiste al desenvolvimiento de una historia.