Durante muchos años se ha asumido que existe una enorme falla entre las ciencias y las humanidades, y que la escritura científica carece de figuras literarias. Recientemente se piensa que ambas son compañeras de fatigas y que ambas trabajan en beneficio de la experiencia humana. Ahora David Locke, profesor de literatura que ha sido científico, argumenta que la lengua científica es altamente imaginativa y expresiva y demuestra como la crítica literaria puede ser una clave para leer textos científicos.