En este libro sugerente traspasa Henry Giroux los límites de la pedagogía crítica al centrar su interés en la necesidad vital de conectar la reforma educativa con la potenciación de la voz de profesores y estudiantes. El pedagogo norteamericano incorpora las intuiciones más valiosas de la pedagogía crítica a una teoría más amplia y práctica de la enseñanza escolar, teoría que contempla las escuelas como esferas públicas democráticas comprometidas con la tarea de educar a los estudiantes en el lenguaje de la crítica, la posibilidad y la democracia. En opinión de Giroux, un elemento esencial de este tipo de educación es la habilidad del profesor para actuar como intelectual transformativo y para servirse de la pedagogía crítica como una forma de política cultural.